LAS VOCES DEL TIEMPO (I)
SOBRE EL ALMA Y LOS SUEÑOS
Mariela Kalinova Jelezova
Durante su existencia, el ser humano se ha planteado siempre la misma pregunta: ¿Qué soy? Para responderla se forjaron la filosofía, las religiones, la historia, la política, las ciencias y las artes, pero aún ninguna nos ha dado la verdad tan buscada. Son sólo pedazos de un rompecabezas que sigue sin mostrar su verdadera forma. Todo lo que conocemos revuela en torno a esa pregunta primordial directa o indirectamente.
La humanidad creó una ruptura espiritual entre nosotros y el resto del reino animal cuando surgieron los conceptos de cuerpo, mente y alma. A partir de esta idea tan simple y tan compleja interiorizamos en nuestro ser la división en categorías y jerarquías.
Anaxágoras fue el primer filosofo en abordar la conexión entre lo mental y lo físico al definir la idea del nous: fluido etéreo que penetraba la materia y la dotaba de inteligencia. Concorde a la densidad de cada cosa material era factible o no que el nous entre en el objeto, explicando por qué algunos seres eran inertes y no lo poseían. Anaxágoras también propuso que la Luna es una roca procedente de la Tierra y que refleja la luz del Sol, mientras que define al astro rey como una bola de hierro caliente. Se cree que fue el primero en explicar los eclipses racionalmente, la respiración de los peces y estudiar las funciones del cerebro. Obviamente la sociedad siempre ha repetido más o menos el mismo modus operandi, por lo que Anaxágoras, siendo incomprendido, terminó en el exilio y se dejó morir de hambre años después.
El estudio del alma se puede dividir a partir de ahí en tres grandes fases: la Aristotélica, que abarca todo el periodo hasta que surge el cartesianismo de Descartes, y finalmente la filosofía misma se divide en ramas enfocadas al estudio del alma de forma más científica. En esta etapa tienen un boom la psicología, la neurofisiología y las ciencias.
Aristóteles empieza formulando una idea del alma inseparable del cuerpo. Todos los seres vivos tienen un alma con diferentes características. Para las plantas es un alma vegetativa, para los animales un alma sensitiva y para el hombre un alma racional. No existe para él un alma sin cuerpo ni un cuerpo sin alma, puesto que es la esencia y principio mismo de la vida.
Por otro lado, Platón es quien crea o por lo menos desarrolla la idea de la división de cuerpo y alma que hoy en día nos es tan intuitiva y que muchas religiones usan. Este concepto dual ayuda a crear un destino del alma después de la muerte y la libera de la ansiedad existencial. Platón sugiere en Phaedrus que el alma reside y reina en el cuerpo. Sin embargo, puede existir por sí misma, tanto antes como después de habitar un cuerpo material, sobreviviendo a su muerte.
Descartes continúa la tradición de ese dualismo, pues divide al ser humano nuevamente en una sustancia pensante y una sustancia extensa que posteriormente pasarían a ser la mente y el cuerpo. Esta idea podría traducirse a que, en un mundo espacio-temporal, el cuerpo es el elemento espacial y la mente el elemento temporal, creando conjuntamente la realidad.
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Ambas dimensiones tienen que interaccionar de alguna forma para crear a la persona y se crea la teoría del interaccionismo, donde una pequeña glándula en el cerebro se convierte en la unión de cuerpo y alma. Ésta, según Descartes, estaría compuesta por células metafísicas. La idea termina siendo duramente criticada y le hace perder gran parte de su credibilidad.
A partir de este punto, los movimientos que toman más relevancia son los psicológicos y los científicos, transmutando el concepto de alma por completo en el concepto de mente. Con ello, las nociones de inconsciente, ego y otros términos empiezan a germinar. La mente comienza a estudiarse a través de la psicología y de los sueños.
Se popularizan las teorías del sueño de Freud, que hasta cierto punto los ancla siempre a la parte más material del ser, y de Jung, que por su parte adquiere una visión más ligada a las conexiones espirituales y psicológicas ente individuos. En la sociedad crece el interés por descubrir cómo los sueños reflejan la personalidad o el paisaje interno de los individuos, pues eran una ventana a la mente y, por lo tanto, del alma.
Los primeros estudios empíricos del sueño empiezan en 1939 con N. Kleitman. Su análisis del sueño y la vigilia le hacen descubrir los periodos REM (Rapid Eye Movement). El sueño en sí se define como un estado de respuesta reducida a los estímulos en comparación con la vigilia. Curiosamente, mencionan que estos estados de respuesta reducida no se presentan en células “inmortales”, como podrían ser las cancerosas, por lo que el sueño también podría estar ligado a los ritmos de vida y a la esencia mortal de los seres.
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Sin que lo notemos, la idea platónica de alma se ha enraizado en el inconsciente de la mayoría de la humanidad por ser utilizada en muchas de las religiones más profesadas. Creemos, aun sin creer, en un alma exclusiva de la humanidad que persiste más allá de un cuerpo. Porque si no fuera así, no habría cielo o infierno, dios o diablo, bien o mal. La idea de alma, propia o ajena, modificaría de seguro todo el sistema ético que seguimos. Así, en el mundo actual mentalmente se sigue dividiendo a los seres con alma (los que piensan y tienen conciencia de sí mismos) del resto (los denominados autómatas o seres sin alma), es decir, los animales y otros seres vivos del planeta.
Con el paso de los años, sin embargo, se han hecho diversos estudios sobre los sueños de los animales. Cualquiera de nosotros que haya pasado más tiempo en compañía de un animal se ha dado cuenta de lo obvio: los animales también sueñan. No sólo los mamíferos sino animales cuya existencia solemos pasar por alto, como las moscas de la fruta. ¿Se imaginan cómo sería el sueño de una mosca tan pequeña? A veces olvidamos que los sueños son el reflejo de una conciencia y que todo a nuestro alrededor sueña. Seguramente las plantas también sueñan a su modo, pues por la noche entran en un estado de respuesta reducida a estímulos. Cierran sus hojas y sueñan sueños de plantas.
Si los animales (considerados autómatas carentes de alma) sueñan, ¿será que algún día los robots también lo hagan? Este planteamiento ha inspirado a casi todos los grandes escritores de ciencia ficción, pues si los robots llegaran a soñar implicaría que poseen un alma. Philip K. Dick toca la temática en su novela ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? (1968), donde precisamente plantea los grandes problemas éticos que esto conllevaría.
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Sueños de robot (Asimov, 1986) contiene un cuento con el mismo título donde un robot desarrolla sueños. Si no lo han leído, les recomiendo mucho todo el libro.
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En 2023 salió una película animada con el mismo nombre, Robot Dreams, basada en el cómic de Sara Varon y dirigida por Pablo Berger. En ella, un perro y un robot tienen aventuras por Nueva York sin la necesidad de utilizar diálogos. La película ha sido nominada al Oscar y recibido múltiples aclamaciones. Se las recomiendo encarecidamente. Al final, si vemos la historia del estudio del alma, no es de extrañar que un perro y un robot sean mejores amigos. Ambos son considerados autómatas por la humanidad. Tal vez lo que conmueve de la película es, justamente, descubrir que aquellos seres a los que no les damos alma la poseen.
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Tal vez, los robots aún no sueñen porque el metal es más denso que los tejidos y el nous aún no logra entrar entre las tuercas y las tarjetas madre, pero quién sabe, puede que algún día se despierten con historias grabadas en los circuitos y, como Pinocho, se conviertan en seres mortales de alma y cuerpo.
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AQUÍ puedes leer «Sueños de robot».
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Soy búlgara y mexicana. Vivo desde hace 5 años en Portugal.
Estudié Química e hice un Master en Bioquímica.
Actualmente hago otro Master en Literatura, cultura y arte contemporáneos.
Escribo cuentos cortos, pinto y hago esculturas.
Me interesan los cuentos de ciencia ficción e infantiles, la poesía, el misticismo, la filosofía, la precognición, la sociología y el comportamiento animal.
Estoy segura de que me olvido de algo.
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