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UN TORO COMO UMBRAL

HACIA EL MÁS ALLÁ

 

Alicia M. Mares

 

 

Un toro bien bonito

“La última vaca pastando. Un horizonte de quietud paranormal”. Así abre este cuento, penúltimo en el libro Sofoco (Polilla Editorial, 2022) de la colombiana Laura Ortiz Gómez.

Y si bien la vaca es la que toma el protagonismo al empezar, va siendo desplazada por la presencia de un toro, que simboliza más de lo que podríamos suponer.

La presencia de ambos animales está enmarcada por la historia de Jeremías: un hombre que vive en la soledad de su propia casa hasta que, un día, arando, descubre una cajita enterrada por su madre, años atrás. Contiene una foto de su padre y su madre en su lejana juventud, y una carta.

Sin embargo, Jeremías no puede leerla. Ansioso de descubrir la verdad sobre sus padres —considerando que creía a su madre una mártir en cuyo dolor no se debía hurgar y a su padre una figura fantasmal—, debe volver al pueblo a encontrar alguien que le lea la carta o le enseñe a hacerlo.

En esta problemática radica todo el argumento, aunque “Un toro bien bonito” es mucho más que esta historia de pérdida, de orfandad y de nostalgia, de las secuelas de la guerra en la Colombia rural.

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La carta y la misión

A mi gusto, este relato es el más atmosférico y poético de la colección, evidenciado por su oración de apertura, pero también por pasajes como estos:

“Un sol naranja le da en la cara y le relumbran los dientes. Jeremías piensa que escribir sirve para conjurar fantasmas. Traer vida a lo que se ama y a lo que se odia”.

Este relato va, más que nada, sobre el conjuro de fantasmas. Jeremías va al pueblo y descubre que ha cambiado, que su maestra ya no está. Ve la foto y se descubre a sí mismo en el rostro de su padre, a quien nunca antes había visto. Y piensa en el amor que compartió con su madre hace mucho tiempo, en la conjunción de ambos, que lo alumbró.

Jeremías se enfrasca en aprender a leer y escribir, en descifrar lo que dice la carta. Un día, hace un hallazgo tremendo: la primera línea dice “Javier. Un dos de enero te mataron los paras”.

Este es otro gran conjuro de fantasmas, porque ahuyenta a las personas que le develan a Jeremías lo que dice la parte, e incitan a otros a correrlo de sus puertas, con escopeta en mano. Hace quince años que terminó la guerra, pero esta sigue muy viva en la memoria de la gente del pueblo, y les asusta. Jeremías no llega a leer más.

Antes de continuar, he de señalar algo. Una simple oración que nos devuelve al inicio del cuento e inyecta tensión en la narrativa: “Para Jeremías ya no existe nada salvo la carta y la misión. La vaca lo mira fijo con la ubre inflamada”.

La vaca es ese algo que Jeremías está dejando desatendido. Sus responsabilidades actuales, su comprensión del panorama actual, de su pueblo actual.

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Laura Ortiz Gómez

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Un homenaje, una dicotomía

La noche en que a Jeremías lo matan, logra escribir la palabra toro en una palabra de papel. No logra precisar por qué.

“Se le ocurre que quiere hacerles un regalo a sus padres e imagina un toro bien bonito. Blanco, recio, un cebú con su doble joroba y dos cuernos para engarzar alto a la luna. Un toro hijo de nube y agua, para abrir surcos en la noche paramuna”.

Ya sabiendo bien que la manera de conjurar algo es a través de la palabra, Jeremías escribe:

“Y en una hoja blanca escribe bien grande: Toro. Y entonces lo ve, a un toro blanco, bien bonito, que pasta soberano en la tiniebla. Ahí está, plácido. Un pedazo macho de la luna”.

Es entonces cuando lo matan; no indagaré en los detalles.

No obstante, la extraña dicotomía de la vaca y del toro puede analizarse de muchas maneras. En la más obvia, el toro es una criatura hermosa que Jeremías dota con la capacidad de homenajear a sus padres, ya muertos, y que se vuelve la visión final durante sus últimos momentos de vida, pues justo acababa de escribir la palabra.

Aunado a esto, puede ser que la vaca represente el presente. Al fin y al cabo, es real, y ha quedado desatendida por Jeremías debido a su misión de redescubrir el pasado. En ese sentido, el toro representa el pasado, pues Jeremías no piensa en él hasta después de descubrir la cajita, y lo asocia con el sentimiento de orfandad y pérdida.

Podría ser que la vaca representa la feminidad y, por ende, a su madre, quien estuvo más tiempo con Jeremías (presente); mientras que el toro representa la masculinidad y simboliza a su padre, a quien nunca conoció (pasado), pero ahora casi trae a la vida con la fuerza de su imaginación.

Ambos animales conforman el imaginario de este hombre, mas sólo uno lo lleva en la recta final de su vida.

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¿El toro es el umbral?

El toro es un mecanismo de transfiguración al final. Sí: después de su muerte, Jeremías se transforma —o cree que se transforma— en ese toro blanco de su imaginación.

“Ya amanece. Siente sus músculos robustos y logra ver su pelaje regio y blanco. Muge al sol y experimenta la profunda garganta en el temblor de sus estómagos”.

Los últimos párrafos están marcados por una belleza de gran nostalgia, así como por la concreción de esta extraña metamorfosis, que une por fin los tres extremos que configuran el argumento del cuento: Jeremías, su madre y su padre.

“Jeremías se agacha. Su madre le acaricia el hocico. Hormigas de mano blanca. Se suben los dos a su lomo. Se internan en el páramo, por uno de los veinticinco caminos que llevan a la nieve perpetua”.

Ya sea que el toro sea sólo un vehículo simbólico para un tránsito pacífico hacia el más allá —o sólo la última imagen de una mente consciente que busca consuelo y compañía en sus últimos momentos—, la última imagen del cuento es inolvidable.

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Alicia Maya Mares (Ciudad de México, 1996)

Graduada del 12º Máster en Creación Literaria de la Universidad Pompeu Fabra y correctora de estilo en formación. Trabaja como redactora en una agencia digital. Ha publicado en la sección “Piensa Joven” del Heraldo de México, en las revistas Marabunta, Colofón, Origami y Efecto Antabus, y le lee su columna de revista Palabrerías a sus seis gatos. Creció al lado de un árbol de jacaranda.

Twitter: @AliciaSkeltar

Facebook: @AliciaMaresReading

Instagram: @aliciamayamares

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