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APUNTES JAPONISTAS

X

Emiliano González

 

I

II

III

IV

V

VI

VII

VIII

IX

 

Para los modernistas, el cielo de Oriente es mental: aparte de dar calidez, el sol ilumina rincones oscuros y la luna es el contacto con la mujer y el amor, como si el pacto nocturno asegurara la continuidad de los días y las noches.

Al ser el Oriente símbolo del sol, el brillo de las perlas es llamado oriente, nos hace imaginar al sol de las perlas y a mí me recuerda una crónica (leída hace mucho tiempo en una revista modernista) en que aparecía la perla blanca de fabuloso oriente llamada White Jenkyn, un nombre que llevó a Lovecraft a idear a Brown Jenkin, demonio familiar de la bruja Keziah en el cuento “Los sueños en la casa de la bruja”, cuento inspirado por un personaje, asediado por los ruidos, usado por Rodenbach, Mallarmé y Nervo. Yo supongo que la perla blanca White Jenkyn, al ser contrastada con los poemas de Perlas negras de Nervo y con los poemas de “Hostias negras” de Tablada, le sugirió a Lovecraft una perla oscura, y de ahí pasó al familiar de la bruja, una rata humana, simiesca y vampírica, muy inspirada en “El diablillo roedor”, cuento del mexicano Rubén M. Campos. La bruja misma se inspira en la mulata de Córdoba, pero es fea y maligna en vez de ser bella y beningna. El pequeño roedor parece una deformación del gran roedor, del perezoso prehistórico Megalocnus rodens, desenterrado por mi tío abuelo Carlos de la Torre, autor de poemas modernistas, rector de la Universidad de la Habana, geólogo, malacólogo y paleontólogo. Un pilar dedicado al gran dios Nodens, lovecraftiano pero sugerido por Machen, es desenterrado en el cuento de Machen sobre Pan, y el nombre del dios céltico de las aguas, Nodens, suena relacionado. El héroe Cuthullin, hijo de Semo, rey de las conchas en el poema Ossian, viene a la memoria. El héroe se convierte en dios monstruoso (Cthulhu) en la literatura de Lovecraft. Nodens aparece en una gran concha, con tritones y nereidas. La deformación del Megalocnus rodens obedece a la deformación del modernismo en general, llevada a cabo por gente mal informada, puritana, neurótica, que ha considerado “degenerado” al modernismo, un movimiento apoyado por Carlos de la Torre en la Sociedad de Conferencias de la Habana. Los enemigos del modernismo han tomado siempre una actitud prejuiciosa y supersticiosa ante éste, y cuando lo hacen convierten al gran perezoso en un demonio.

El malacólogo Felipe Poey, maestro de mi tío abuelo, parece inspirado por Edgar Allan Poe, autor de un libro sobre malacología (estudio de los moluscos, de conchas y caracoles). La cuarta dimensión, mencionada varias veces por Tablada, inspira también a Lovecraft. Los roedores diabólicos del cuento “Las ratas de las paredes” son tan siniestros como el familiar de la bruja, y con su miedo subterráneo se oponen al conejo blanco gigante de Alicia y al inofensivo Megalocnus, víctima del Crocodilus pristinus.

Otro cuento en que simbólicamente se muestra la deformación del modernismo es “El sobreviviente” de Lovecraft y Derleth, en que un científico loco ―comparable con el doctor Moreau de Wells― que estudia gaviales y cocodrilos prehistóricos, se convierte en cocodrilo y alcanza una eternidad infernal. El dr. Morau de Tours ―apellido que en francés es de Torres, irónicamente― es opuesto al decadentismo y en consecuencia al modernismo y de él viene el uso de la palabra “degeneración” para definir al arte imaginativo, fantástico y erótico. Wells se basa en él para elaborar su personaje, villano en una novela.

Lovecraft es importante porque derrumba las teorías del doctor Moreau de que el genio es locura y de que la locura heredada es inevitable:

Cthulhu es una transformación de un personaje loco y profano de Lautréamont, un pulpo alado, en un personaje loco y sagrado de un relato poético.

El protagonista de “El sobreviviente”, el doctor Charriere, está basado en un personaje anterior de Lovecraft: Charles le Sorcier, un maligno alquimista en busca del elíxir de la eternidad, personaje que curiosamente tiene el mismo nombre de mi tío abuelo, pero en francés.

“El color que cayó del cielo”, de Lovecraft, es un relato que anticipa y critica los efectos de la bomba atómica, igual que los fragmentos de Gautier y Flaubert acerca de las selvas mentales.

Otras predicciones de la bomba son “El dueño del átomo” de Gómez de la Serna, sobre la reacción en cadena, y “La pirámide de fuego”, de Machen, fantasía macabra basada en la forma cónica del átomo de fuego de Platón. El átomo de sombra soñado por Sor Juana es otra anticipación.

El orientalismo pesadillesco del sueño de la monja forma una arquitectura blasfema y egipcia que prefigura la geometría absurda de los sueños en la casa de la bruja, dominados por Nyarlathotep, dios egipcio de los mitos de Cthulhu. El “agon”, o enfrentamiento de luces y de sombras de la Poética aristotélica, está en el Primero sueño de Sor Juana, antes de estar en románticos, decadentes y modernistas.

Lo oriental es siniestro en los sueños de opio de De Quincey, en que la arquitectura infinita e infernal nos lleva al horror cósmico de la novela Vathek del orientalista gótico Beckford. La figura del rey Memnón, el etíope que ofrece “nepente” (opio) a Helena de Troya, determina la leyenda del diablo, del “hombre negro” ofreciendo “un opio de beleño” a las brujas.

Como el doctor Charriere y el alquimista Le Sorcier, la bruja Keziah aspira a la eternidad y para lograrla sacrifica niños. El familiar de la bruja, Brown Jenkin, es un pequeño vampiro que liquida al soñador, chupándole toda la sangre del corazón.

En la mitología lovecraftiana, Nyarlathotep es un dios que huye de la luz y se refugia en la oscuridad, como un vampiro. Adopta el aspecto de un ojo ardiente de tres lóbulos, con alas membranosas de murciélago. El “trapezoedro resplandeciente” es un objeto extraterrestre que sirve para invocar al “morador de las tinieblas”, a Nyarlathotep. La contigüidad del trapezoedro y el morador nos llevan de nuevo a la Poética aristotélica y al “agon” o enfrentamiento de luces y de sombras, de bien y de mal.

El ojo volador, Nyarlathotep, se ve acompañado de neblina purpúrea (purple haze), recordándonos la experiencia de opio de Coleridge, descrita por el músico Jimi Hendrix en su canción “Neblina purpúrea”, en que luz y oscuridad se confunden. La música psiquedélica describe en este caso una vivencia siniestra, psico-délica ―por su connotación psicótica―, en que una joven propicia la neblina atrapando al joven enamorado. Hendrix, fantacientífico y orientalista, por desgracia, es finalmente víctima de un derivado del opio (la heroína) y de los somníferos.

«Nyarlathotep» por Jason Engle.

En sus Meditaciones religiosas, escritas en verso, Coleridge se refiere al “fruto prohibido” (metáfora del opio según De Quincey) y afirma que es comparable con el “simún”, una neblina de color parecido al de la parte purpúrea del arcoíris, en palabras del exotista Bruce (autor de Viajes, libro citado por Coleridge en una nota para sus Meditaciones). El meteoro o neblina purpúrea (purple haze) que Bruce ha apreciado deja, después de pasar, un aire caliente y sofocante. Coleridge asegura que ese aire es mortal. El “simún” es un fenómeno luminoso y aéreo del desierto árabe o africano.

Mi descubrimiento de la perla blanca White Jenkyn es premonición de mi lectura de Los que acechan en el abismo (1974) de Brian Lumley, novela en que las perlas son en realidad huevos, de los que salen monstruos ctónicos contra los humanos.

La novela de Lumley es el único ejemplo de narración lovecraftiana, leída por mí, en que aparecen perlas.

Anterior a la relación de las perlas con los huevos es la relación de las conchas con los huevos, perceptible en el cuento “El huevo de albatros” del conde Eric Stenbock, incluido en Estudios de muerte (1894). En el cuento, una niña llamada Marina vende huevos de aves marinas, adorna su cuarto con conchas y encuentra, en una tienda, la efigie, en piedra verde, de un viejo venerable con un tridente ―viejo que a mí me recuerda al dios Nodens― acompañado de doncellas y jóvenes. Marina adquiere el objeto (gracias a la ayuda de un desconocido) y lo coloca en su cuarto. Ella es amiga de un albatros que ha hecho un nido en una caja. Un coleccionista desea el huevo de su ave favorita y se lo arrebata, dándole dinero a cambio. Pero ella quiere su huevo y, al tratar de recuperarlo, lo rompe. Llama a su albatros y éste lamenta la pérdida del huevo. Marina perece en el agua tratando de atrapar al albatros quejoso.

Un deportista joven y fuerte, pero estúpido, llamado Jenkins, mata al albatros (hembra muy apreciada por el albatros macho).

En este cuento, como en la poesía de Coleridge y de Baudelaire hay una crítica a la crueldad con los albatros.

La crueldad con los animales es tan repulsiva como la crueldad con los humanos.

Olaus Wormius, nacido en el siglo XVI y muerto en el XVII, doctor que Lovecraft presenta como monje y traductor del imaginario Necronomicón, escribe De literatura rúnica, sobre poesía gótica, donde traduce e incluye una canción funeral compuesta por Lodbrog, rey de Dinamarca en el siglo VIII, famoso por sus victorias guerreras y a la vez poeta. Se sabe que uno de sus enemigos lo atrapó y lo condenó a ser devorado por serpientes. En la prisión escribió sus memorias en forma poética. Wormius, al estudiar poesía y conchas amonitas, es precursor de mi tío abuelo. Las amonitas son llamadas por Wormius “serpientes petrificadas”: son moluscos fósiles de forma espiral, piedras-serpientes u ofitas que dan origen a la leyenda de la medusa, pues parecen serpientes enroscadas y petrificadas. La amonita es llamada en latín Cornua Amonis porque su forma recuerda los cuernos de la estatua de Júpiter Amón. Recordemos que Júpiter, griego, es padre y rey de los dioses, y Amón, egipcio, es rey del sol y de todo el universo.

En Ossian, obra poética genitiva del romanticismo, se alude a Olaus Wormius y a la poesía oriental: “Lo que acostumbramos llamar la vena oriental de la poesía, porque algunas de las primeras producciones poéticas han venido a nosotros desde Oriente, es probablemente no más oriental que occidental: es característica de una época más que de un país; y pertenece, en cierta medida, a todas las naciones en ciertos períodos.” Ossian, que es poesía celta, es comparable con la poesía oriental. En Ossian lo amoroso y lo guerrero, lo vivo y lo fantasmal contrastan, y la superstición se ve transformada en literatura.

Observa Olfield Howey en su libro sobre la serpiente enroscada que en el Japón el monstruo llamado dragón es, como en China, una deidad acuática. Los dragones japoneses y los chinos poseen muchas perlas. El nombre de una montaña, Ryiusuho, significa en Japón “Cumbre de la perla-dragón”. La leyenda dice que cuando el templo budista llamado “Altar de la nube-dragón” estaba construyéndose, un dragón con una perla en la boca se acercó a un sacerdote. De ahí provienen los nombres del templo y la montaña. Howey afirma que “es fácil relacionar a la perla con el dragón”, y que cada gota de lluvia o rocío sugiere la forma globular de la bella piedra refulgente. Por otro lado, la perla nos recuerda a la luna, que controla las mareas, y puede verse en los dibujos japoneses rodeada de nubes-dragones. Tablada observa: “Es mar la noche negra; / La nube es una concha; / la luna es una perla…”

En Ossian el nombre del hijo del rey de las conchas impresiona a Lovecraft tanto como la transformación de superstición en literatura.

La noción lovecraftiana de brujería proviene de literatura visible, norteamericana y europea, pero también de literatura invisible, española y mexicana, como la de Tablada, leída en inglés o en español.

Tablada se acerca a China, no sólo a Japón. Los versos que reúne en Li-Po y otros poemas (1920) son ideográficos y describen la vida y la obra de Li-Po, equivalente chino de Omar Kyhayam, el poeta persa del vino y la mujer.

En su afán de convertir pintura en literatura, de pasar de un arte a otro, el poeta Tablada es parecido al músico Debussy, que compone música orientalista y se propone, como Mallarmé, “imitar al chino de corazón límpido y fino / Que goza éxtasis puro al pintar a la muerte / De una flor extraña que perfuma su vida / Transparente, al flor que ha sentido, de niño, / Injertándose a la filigrana azul de un alma.”

El filósofo Antonio Caso afirma que la música de Debussy “ejerce sobre el ánimo un poder enervante como los perfumes capitosos de Oriente”. Caso cree que el arte de Debussy es azul, como dice Lafcadio Hearn, “azul de los claros de cielo que aparecen después de la lluvia, entre las desgarraduras de las nubes”.

Debussy da una impresión japonista en los tres esbozos sinfónicos de El mar, y Ravel elabora un ambiente de orientalismo chino en Feúcha, emperatriz de las pagodas,

Observa André Suarès en su libro Debussy (1942): “La armonía hace el color; pero la línea melódica no define una forma precisa: despierta una emoción”. Asimismo observa: “La música es una pintura de la emoción por la emoción: la magia sutil de los acordes es el instrumento; y el matiz, el medio del que posee todos los secretos, como un alquimista todopoderoso. El matiz es el hada de Debussy.” Sobre El mar dice Suarès: “El pensamiento, el estremecimiento apasionado del alma abrazada por la naturaleza, igualan la magnificencia de la pintura y la suntuosa variedad de los colores sonoros.”

Una estampa de Hokusai, “La ola”, es interpretada musicalmente por Debussy y puede verse en la cubierta de los esbozos sinfónicos de El mar.

La obra de Tablada ofrece una armonía comparable con la del célebre compositor.

“Es de México y Asia mi alma un jeroglífico”, dice Tablada en su poema “Exégesis” (1918). Recordamos Jeroglíficos y La casa de las almas, títulos de Machen publicados a principios del siglo XX. En la elección de las palabras de Tablada hay evidente afinidad con Machen. En su poema, Tablada dice que su madre, al llevarlo en sus entrañas, “miró mucho los Budas, los lotos, el magnífico / arte nipón y todo cuanto las naos extrañas / volcaron en las playas natales del Pacífico”. Tablada confiesa que por eso ama los jades y otras piedras. Pensamos en el libro de Machen, Ornamentos de jade, escrito a fines del siglo XIX y publicado en 1924. Envuelto en suntuosos brocados y exornado de jades, el numen de Tablada es de América y en el vaso de ónix de su corazón, infundiendo su virtud esotérica en su sangre, “¡florece un milagroso / cerezo del Japón!” Tablada es como el latino Ausonio en “La crucifixión de Cupido”, pero en vez de flores hace aparecer un árbol. Éste, en vez de brotar de la sangre de donceles muertos, brota del corazón del poeta.

Guillermo de Torre menciona las “espigas de paz” que “frutecen en los lagos de sangre”.

Un artista mexicano del art-nouveau, Julio Ruelas, elabora en 1900 un dibujo imaginativo para el poema “Musa japónica” de Tablada. El pavo real blanco al fondo y el disfraz del poeta, con capa y botas, nos llaman la atención.

Decadentismo e ingenuidad, con un estilo muy diferente, resaltan en Lecturas clásicas para niños (1924), libro que hace a Roberto Montenegro elaborar un excelente adorno, un affiche o cartel precursor de los posters psiquedélicos de 1967, un homenaje al perfume, a la flor y al humo de incienso, con un color dorado muy bien usado y formas simétricas características del arte místico. El Buda andrógino, con gemas y corona, sentado en un loto gigante, es la segunda versión de un tema abordado por Montenegro para la leyenda hindú de Buda, tema que aparece al principio del libro. Pero esta vez el sol y la luna acompañan al iluminado, en un equivalente gráfico de la poesía de Rebolledo y Tablada.

Un volumen prosimétrico, ilustrado por Ruelas, El éxodo y las flores del camino (1902) de Amado Nervo, contiene unos versos raros: poseída por el amor loco, la “dulce idolatrada” ofrece al poeta “la eglantina de su boca”, una tarde en la Alameda, ante un sonriente Buda de basalto. Con el tiempo, el poeta pierde los hechizos de la amada pero sigue trocando con ella epístolas y rizos, hasta que, un año después del amor perdido, vuelve al sitio y, cansado, trepa a lo alto del zócalo en que reposa la estatua hierática. Mientras el día muere, derrotado y sangriento, la luna misteriosa sorprende al poeta en los brazos del Buda de basalto, que sigue sonriendo, impasible, más allá de los vaivenes de la vida amorosa, con la permanencia de la esperanza. De este poema surgen la luna y los árboles de unos versos de Neruda: forman el paisaje y son los mismos aunque los amantes cambien.

En los versos titulados “Al lector”, el argentino Lugones introduce en 1918 el libro Al sol y bajo la luna del mexicano Tablada: “Buen poeta, lindos versos, / Libro dulce de leer. / En mil diamantes dispersos / Los ojos de la mujer. / Hay sedas de extraño gusto. / Y el poético dolor, / Clava a trechos, como es justo, / Su negro clavo de olor. / Hay hadas amables, hay / Más de un demonio en acecho, / Y un poema de Hokusai / Que yo quisiera haber hecho.” El poeta concluye su introducción afirmando que la musa es reina del libro, “Cofrecillo de ilusiones / Hecho en el mejor marfil.”

La flor del sol y el conejo de la luna son motivos prehispánicos que nos sorprenden en la portada del libro.

Según la mitología china, el conejo de la luna es el molinero de la droga de la eternidad.

En su poema sobre Hokusai, Tablada dice: “Hokusai lo dibujó todo… / ¡Oh poetas, Seguid sus huellas / De la tierra en el triste lodo / Y en los campos de las estrellas!”

Desde 1908 Lugones muestra afinidad con Tablada en el soneto “En color exótico”: describe a una amada que parece “una ambigua musmé del Yoshiwara” con su pantalla azul, alfileres largos y flores. En los surtidores musgosos se oye la tecla del agua y un tilo oculta a la mujer. La tarde se hunde como bandera derrotada y en el collar se apaga la última gema. El poeta crucifica su corazón sobre el broche de la liga crema de ella.

En esta evocación decadente, el fetichismo y el masoquismo se mezclan con el japonismo: las perversiones se mezclan con la estética y así pueden ser observadas, con los excesos y defectos que implican.

El ideal de los modernistas es la sexualidad impregnada de amor.

Continuará…

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Emiliano González

Autor de Miedo en castellano (1973), Los sueños de la bella durmiente (1978, ganador del premio Xavier Villaurrutia), La inocencia hereditaria (1986), Almas visionarias (1987), La habitación secreta (1988), Casa de horror y de magia (1989), El libro de lo insólito (1989), Orquidáceas (1991), Neon City Blues (2000), Historia mágica de la literatura I (2007), Ensayos (2009) y La ciudad de los bosques y la niebla (2019).

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